Sobre la necesidad de un diccionario multilingüe para los armenios y otros hablantes

Eduardo Dermardirossian
eduardodermar@gmail.com


No soy filólogo ni especialmente versado en lenguas. Sólo un lector irredento que tiene la audacia de levantar la pluma algunas veces. O de aporrear el teclado del ordenador, como modernamente se dice. Pero tengo, como todos los de mi especie, el atributo de la palabra, esa intemperancia zoológica que, hablada o escrita, construye pensamientos y dibuja embelecos que algunas veces saben a música y otras semejan los colores y olores que nos regala la naturaleza. La lengua, el habla, el texto; en suma, la palabra, herramienta sin la cual no hubiera podido esculpirse el hombre. Enlace disruptivo que nos acerca y nos aleja, eso es la lengua y los muchos idiomas que la lucen.

En otra ocasión hablaré de la lengua como atributo que nos hominiza a estos mamíferos devenidos bípedos que somos. Y confrontaré la dificultad de hablar del habla. Hoy quiero referirme a algo que distrae mis horas desde hace algún tiempo: al catálogo que a unos hombres les permite comunicarse con los otros, a los diccionarios voy a referirme. Más precisamente, a la necesidad de contar con un diccionario español-armenio y armenio-español, con remisión a otras lenguas en ambas direcciones. Lo haré en el marco del Diálogo Armenio que pretendo impulsar desde estas columnas[i].

Ser y decir

Las sociedades somos biología, pluralidad y cultura. La cultura se manifiesta con símbolos, con palabras. No hay cosa o idea que no tenga una palabra que la designe. Dios mismo tiene un nombre -Elohim, Jehová, Aquello, Yo Soy El Que Soy (como le oyó decir Moisés en el monte) o El Innombrado-, un nombre paradojal, una palabra al fin. Finalmente, la correspondencia de las palabras con las cosas se establece por la semejanza o el uso. Y el uso es el que consagra a las palabras y las refiere a algo, tal que, a la postre, significado y significante se confunden y es entonces que aparece el idioma, esa construcción exclusivamente humana. He aquí la importancia de este atributo que nos hominiza y cuyo corpus conocemos con el nombre de diccionario.

El académico español Antonio Tovar dice que el lenguaje es “no sólo la expresión del hombre, sino la herramienta de su pensar”. Y agrega: “Los que trabajamos en lingüística nos damos cuenta de que, al rotularlo todo, al describir todas las acciones y situaciones, la lengua cubre la vida entera, desde las más altas especulaciones de la mente hasta la más humilde realidad. Por eso un buen diccionario lexicológico [...] resume en cierto modo la historia humana entera, el saber de los hombres sobre la realidad y las ciencias que tratan de ella”[ii].

La palabra une y separa a los hombres. Une a quienes la toman de un mismo catálogo y separa a quienes la toman de catálogos diferentes. Y para que unos y otros hablantes puedan entenderse, se encuentran las correspondencias idiomáticas de las que devienen traducciones. A partir de aquí los hombres construyen diccionarios bilingües, trilingües, multilingües. Tales diccionarios inicialmente se guardaron en la memoria de los hombres, como herramientas que servían para relacionar las diferentes formas de decir, pero con el advenimiento de la escritura primero, y de la imprenta después, se pusieron en caracteres gráficos y su uso se extendió. La historia de Babel quedó en el mito, y para reconfirmar que las lenguas diferentes no nos separarían a unas culturas de otras, vino el desarrollo de los medios de transporte y de comunicación. Hoy Internet nos da el atributo divino de la ubicuidad, de estar aquí y allá a un mismo tiempo, de hablar todas las lenguas, de adentrarnos en todas las culturas.

Para este propósito sirve el diccionario plurilingüe, pero a condición de que las correspondencias idiomáticas sean correctas y que se adapten a los cambios en estos tiempos veloces. Es una construcción que muda con el tiempo, que discurre como el río de Heráclito. “Los diccionarios nunca están terminados: son una obra viva que se esfuerza en reflejar la evolución registrando nuevas formas y atendiendo a las mutaciones de significado”, dice en su página web la Real Academia Española.

Necesidad de un catálogo léxico nuevo y ampliado

Cuando estamos próximos a cumplir cien años de los primeros desembarcos, vale la pena revisar brevemente el tratamiento que le dimos a las lenguas española y armenia en términos de interrelación y traducción. Durante la primera mitad de ese tiempo nuestras comunidades carecieron de un diccionario bilingüe. Y, se sabe, el uso impreciso de la palabra conlleva la imprecisión en el pensar, en la construcción de ideas. Naturalmente, las nuevas generaciones sortearon este escollo recurriendo al español a expensas del armenio. Hasta que en 1955 ve la luz el “Diccionario español armenio” y en 1984 su versión inversa, ambos del P. Pascual Tekeian. El primero impreso en Beyruth[iii] por La Photo-Presse y el segundo editado por Akian en Buenos Aires, se agotaron hace ya largos años y sólo medianamente satisficieron las necesidades de entonces. Ese catálogo léxico de ida y vuelta ha sido un instrumento útil y merece todo encomio por el ingente esfuerzo que demandó de su autor y porque es el primer intento de llegar a un diccionario protoacadémico.

Hoy la Eparquía Armenia San Gregorio de Narek ha reeditado la obra, con algunas precisiones en las correspondencias y con nuevas entradas, lo cual es encomiable. Pero aun así el esfuerzo y el trabajo editorial no satisfacen las necesidades de nuestras comunidades extraterritoriales. Por eso me atrevo a insistir en las ideas que me habitan. Ignoro si serán útiles, pero vienen de quien aún intenta creer aquello de que “el único libro que dice la verdad es el diccionario”[IV]. Tal es la importancia que le atribuyo a un diccionario plurilingüe con particular desarrollo del español y del armenio, que junto con la fundación de una Asociación Mutual Argentino Armenia[V]. y la creación de un Centro de Estudios del Genocidio Armenio anexo a un museo, lo considero el trípode que servirá de asiento al Diálogo Armenio.

Algunas consideraciones técnicas


De entre las muchas formas de llegar al lector, al construir un diccionario multilingüe es preciso elegir la más útil, la que ofrece un acceso fácil y una información ordenada y precisa sobre cada una de las entradas. Estas características deberán reflejarse en los complementos gramaticales, afijos, raíces y, desde luego, en las equivalencias idiomáticas. He aquí un aspecto susceptible de ser mejorado en el diccionario Tekeian.

En lo que a lengua hispana se refiere, la obra deberá abrevar en el Diccionario de la Real Academia Española, cuya 22° edición, de 2001, se ha actualizado particularmente incorporando más de cuarenta mil americanismos y vocablos científicos y técnicos.
Pero al abordar la lengua armenia se presentará la cuestión de sus dos vertientes, la oriental que utilizan los habitantes de Armenia y Karabagh, y la occidental de uso extendido en la diáspora. A ello hay que añadir sus diferentes ortografías y encontrar soluciones que concilien la practicidad, la precisión lingüística y la necesidad de no extraviar el rico acervo literario que se ha escrito de una y otra manera. A su vez, considerando que el alfabeto armenio tiene vocales y consonantes que no existen en el español y que sus caracteres son diferentes, habrá que determinar qué tratamiento se le dará al asunto. Seguramente habrá que ofrecerle al lector una noticia prologal que le ilustre al respecto.

Las distintas acepciones se le darán al lector en ambas direcciones y en el orden que les corresponde: primero las de uso vulgar; luego las anticuadas, las familiares, las figuradas, las provinciales o locales y, por fin, los tecnicismos. Por su parte las remisiones al inglés, francés, portugués, alemán, italiano y ruso se harán cuidando la exactitud de las equivalencias idiomáticas, pero dando solamente la acepción más extendida en el uso. Estas seis extensiones idiomáticas no representan un exceso de esfuerzo léxico, toda vez que existen diccionarios que las traen, y podrán servir para la construcción de otros diccionarios armenios bilingües que remitan a cada una de esas lenguas y para trabajos de traductorado.

Un resumen de signos y abreviaturas deberá incorporarse a la economía general de la obra, de manera de evitar reiteraciones ociosas. En este sentido, habrá que tomar nota de las soluciones que han dado los más modernos diccionarios.

Otros asuntos conviene tener en cuenta a la hora de acometer un trabajo de esta clase, pero es preciso omitirlos aquí en homenaje a la brevedad que impone el oficio del articulista. Baste mencionar el formidable recurso que ofrece la informática, con sus hipertextos y sus generosas bases de datos. Además de la edición gráfica, convendrá que el diccionario sea instalado en Internet para que quien quiera pueda acceder a él desde cualquier lugar. Y para que puedan incorporarse a la obra todos los avances que el tiempo imponga, mejorando periódicamente su contenido y proporcionando una mayor facilidad de revisión. También para hacer públicas las adiciones, supresiones y enmiendas que los respectivos institutos filológicos incorporen.

Factibilidad de la empresa

Culminar con felicidad un proyecto de esta clase demandará vocación por parte de quienes lo impulsen, sapiencia en los filólogos e investigadores que lo desarrollen y tiempo para su ejecución. Y demandará aportes dinerarios, porque quienes se consagren al trabajo deberán aplicar todo su tiempo y esfuerzo a él, al menos hasta la edición de la obra. Y quizá después todavía, en trabajos de traducción. Empresa de la mayor importancia si podemos darnos cuenta que las culturas se nutren mutuamente y que sus productos son más perdurables que los mármoles y los templos, legados de la presuntuosidad humana de épocas pretéritas.

La comunidad armenia, como otras, ha conocido tiempos de mecenazgo encomiables. Es deseable que ahora se repliquen aquellas generosidades, pero aplicadas ya no a los requerimientos fundacionales de una armenidad colonizadora, sino a estas necesidades de la cultura. Porque ninguna nación puede durar sin resguardar sus rasgos identitarios. Y la lengua es el primero de esos rasgos. Aún más, es el rostro mismo de esta condición que llevamos atravesando fronteras: ser armenios y nutrir a otros con lo nuestro y nutrirnos nosotros con lo de otros. Ser, en suma, nos y los otros. Ser nosotros.

[i] Ver en este sitio Nuevamente sobre el Diálogo Armenio.
[ii] Prólogo del Diccionario Asuri de la lengua española, ed. Asuri, Bilbao 1985.
[iii] El volumen indica el lugar de impresión, no el de edición.
[IV] Éramos jóvenes cuando la emprendíamos con Dios y con la verdad; y fue en medio de esas filosofadas que escuché tan insólita sentencia. Desde entonces la recuerdo, no sé si con más ironía que perplejidad.
[V] Ver en este sitio Hacia una Mutual Argentino Armenia.