Fatiga

Eduardo Dermardirossian

Si durante tantos años me acompañaste leyendo mis anotaciones, si tuviste la generosidad de concordar o discordar con mis pensamientos, amable lector, ahora, cuando cierro el capítulo caucásico de mi opinatorio, quiero decírtelo sin rodeos: mi fatiga le ha ganado a mi paciencia. Y hablo de fatiga moral, no de la otra que no es nada.

Hoy seré más breve que de costumbre.

Estudié el régimen legal y las ventajas del mutualismo para nuestra comunidad, consulté a diccionaristas para construir un diccionario multilingüe que sirva a las comunidades armenias hispanohablantes y también a las que hablan otras lenguas principales, esbocé un mecanismo de diálogo y encuentro para que mancomunadamente podamos acometer los asuntos que nos atañen, medité sobre la identidad e integración de los armenios de estas costas, me interrogué sobre la conveniencia de regresar a las escuelas idiomáticas. Depuse mi pertenencia partidaria, fui autocrítico y me atribuí el lugar de amonestador para encontrar caminos de concilio. Como un intruso me atreví a las cosas íntimas de los criollos armenios, pagando antes el tributo de confesar mis faltas. Y dije mi parecer sobre los acontecimientos del Cáucaso Sur.

Sobre estos y otros temas escribí y no encontré respuestas. Quizá fueron desmedidas mis expectativas, quizá no supe escribir y hablar con claridad. No lo sé. Pero sé de cierto que en estas circunstancias uno debe detener su pluma y opacar su voz para que otras plumas escriban y otras voces hablen.

Ojalà lo hagan mirando la realidad sin los estropicios de nuestro pasado reciente.

Buenos Aires, marzo 2011.