Diáspora 2009

Eduardo Dermardirossian
eduardodermar@gmail.com


Titulo esta nota con el año de su escritura. No porque mis observaciones estén referidas a este año ni por el jaleo que ocurre ahora en el Cáucaso. La titulo así para decirme y decirte que actuamos como viejos en un tiempo nuevo, que los armenios que desembarcaron hace casi un siglo en las costas del Río de la Plata ya se han ido y ahora son sus nietos y trasnietos los que pueblan las instituciones que ellos levantaron. Iglesias, partidos políticos, asociaciones compatrióticas y deportivas hoy son gobernadas por el criollaje armenio de primera y segunda generación, y la tercera ya acude a las escuelas de la comunidad. Y hasta las empresas que trabajosamente fundaron los gringos armenios ahora son conducidas por sus descendientes. Diáspora 2009 es la metáfora de un anacronismo que quiero examinar junto a mi lector. Con severidad pero con reverencia.

Cuando los armenios hablamos de diáspora, lo hacemos según la segunda acepción del DRAE: dispersión de grupos humanos que abandonan su lugar de origen. También hablamos de exilio, que según el mismo diccionario vale por separación de una persona de la tierra en que vive, expatriación. Conceptos aplicables a quienes debieron abandonar su terruño para radicarse en países más benévolos a principios del siglo pasado, pero no, en rigor, a sus descendientes. A quienes nacimos en tierras suramericanas el diccionario de los españoles no nos nombra diáspora, no nos considera exiliados sino pertenecientes […] al país o lugar en que [hemos] nacido. Quienes nacimos en tierras de América, de Europa y en tantos otros lugares, producto de la diáspora de aquellos desventurados, somos nativos para la nomenclatura española: argentinos, uruguayos, brasileños, etc. Las leyes de estos países así lo quieren.

Y aun cuando las instituciones de la comunidad, naturalmente llamadas a servir de puente entre los valores de allá y las realidades de acá, se empeñan en predicar que somos diáspora, las generaciones criollas tienen conciencia del lugar que ocupan en el concierto humano. Diáspora nativa del suelo que habita, diáspora sin dispersión: he aquí un oxímoron, un contraconcepto que viene no sólo del análisis semántico sino también de la observación de la realidad.

En este marco, pues, quiero situar mis reflexiones de hoy.

Los partidos políticos

Antes de ahora dije mi opinión sobre los objetivos de los partidos políticos que actúan fuera de Armenia. Lo dije a mediados de 2007 en un artículo que largamente titulé Sobre los partidos políticos armenios, los de antes y los que nacieron a partir de 1991[i], cuando la coalición de gobierno de ese país gozaba de buena salud, los escarceos diplomáticos con Turquía no habían salido a la luz y los partidos centenarios se sentían más o menos cómodos en sus poltronas.

Entonces me preguntaba si los partidos Social Demócrata (Henchaguian, 1887), Federación Revolucionaria Armenia (Tashnagtsutiun, 1890) y Demócrata Liberal (Ramgavar, 1919), nacidos para responder a las necesidades de aquel tiempo, aún conservaban el tono muscular para actuar dentro del territorio de Armenia. Y si más de setenta años de extrañamiento y de lejanía forzosa del poder no transformaron a esos partidos en otra clase de organizaciones. Excluí de este análisis al comunismo armenio por su vocación universalista.

Propuse que esos partidos, que junto a la Iglesia Apostólica construyeron el andamiaje institucional de las comunidades armenias, reformulen sus objetivos para adaptarlos a las necesidades de este tiempo y de estos lugares y a las expectativas de sus miembros.

Y hoy, cuando las necesidades estratégicas de la República de Armenia parecen no coincidir con los anhelos de los armenios extraterritoriales, cuando la geopolítica del Cáucaso se torna ilegible para los armenios de estas costas y una nueva fractura nos amenaza, conviene mirar con realismo las cosas, aún con pragmatismo, y ver que setenta años de prédica independentista no contribuyeron un ápice a la recuperación de la soberanía de Armenia. Armenia recuperó el ejercicio de sus relaciones exteriores, el control de sus fronteras, los símbolos históricos y otros atributos de la soberanía por causas bien diferentes a la prédica que se sostuvo desde afuera de sus fronteras.

Creo, pues, que los partidos políticos centenarios deben anotar estas realidades. Y deben advertir que una nueva fragmentación hoy puede ser más perniciosa que la habida en los tiempos del exilio, porque ahora no será la de una nación y su diáspora sino la de una nación y los nietos de su diáspora. Creo que esos partidos deben reaccionar con generosidad, transformándose en organizaciones no partidarias que persigan el reconocimiento internacional del genocidio, la difusión de la cultura, la preservación de la identidad, la ayuda a ambas repúblicas armenias y el intercambio permanente con ellas. Y confiar en que los armenios de allá sabrán afrontar los hechos con realismo.

Las escuelas comunitarias

En su momento me pregunté si el esfuerzo que realizan los armenios para sostener las escuelas incorporadas a la enseñanza oficial es justificado o si, por el contrario, importa un dispendio de energía que podría dar mejores frutos en otras áreas del quehacer comunitario. Si es atinado que los armenios subroguemos al Estado en su obligación de enseñar[ii].

Y dije que nuestros dirigentes institucionales deben sincerarse para decir cuánta es la población de nuestros institutos educativos y cuántos son los niños armenios que frecuentan otras escuelas, qué por ciento de los alumnos que visitan diariamente nuestras aulas son de origen armenio, cuántos de ellos se insertan en la vida comunitaria después de su egreso. En otros términos, invité a sopesar el rédito institucional que dejan las escuelas armenias en su actual formato.

El déficit que generan esas escuelas distrae a una comunidad que todavía no ha desarrollado sus instituciones culturales y no ha logrado cautivar a sus miembros. Quizá en este sentido podemos hablar de diáspora, para decir que los armenios nacidos en estas tierras estamos abandonando la cultura y las instituciones que otrora nos arroparon, y, entonces, estamos extraviando nuestros rasgos identitarios. ¿Y cómo debemos reaccionar frente a esta realidad? Si lo hacemos con invocaciones emocionales corremos el riesgo de ahondar el fracaso, pero si exhumamos la cultura armenia y ensayamos modelos institucionales socio-solidarios, entonces tendremos chances de sobrevivir.

Regresemos sobre nuestros pasos. Las escuelas armenias no nacieron incorporadas a la enseñanza oficial, no se abrieron para impartir la educación pública y obligatoria. Esas escuelas tenían el propósito de enseñar la lengua y la cultura armenias a los hijos de los inmigrantes. Fueron escuelas idiomáticas que recibieron en turno matutino a quienes cumplían el programa oficial durante las tardes, y en turno vespertino a quienes lo cumplían durante las mañanas. De ellas egresaron quienes mejor hablan la lengua y están más asidos a los valores ancestrales. Por eso, reemplazar al Estado en su función educativa quizá sea un error en los tiempos que corren y a eso se deba el exiguo número de armenios que hoy pueblan nuestras aulas.

Hacia una mutual argentino armenia


También escribí sobre la necesidad de fundar una asociación mutual que preste asistencia médica, farmacéutica y odontológica a sus asociados, que dé subsidios por nacimiento, adopción, casamiento, fallecimiento y sepelio, que anticipe haberes, otorgue préstamos y ofrezca seguros, promoción cultural, educativa y turística; también que dé ayuda económica con fondos propios o con captación de ahorros y cree un fondo compensador jubilatorio, etcétera. Lo hice con Nélida Dermardirossian en dos artículos que publicó la prensa comunitaria[iii]. La iniciativa suscitó el interés de algunos dirigentes, que nos consultaron sobre la viabilidad técnica y el provecho social del proyecto. Nos consultaron sobre los medios económicos necesarios y sobre los mecanismos legales. Pero los años corrieron y el impulso inicial se desvaneció.

Así y con todo, creo que el asunto merece volver a la mesa. Y por eso quiero desempolvarlo, para insistir con él, para decir que una comunidad que quiere cumplir un siglo en esta patria no puede carecer de un sistema solidario para atender las necesidades de sus miembros. Para que se reemplace la beneficencia por un sistema autogestionario que dignifique a las gentes, reconociéndoles un derecho donde antes había una dádiva.

En los artículos anteriores decíamos que es preciso distinguir el acto benefactor del acto mutual. El acto benefactor tiene origen en la caridad como virtud teologal, el acto mutual es el ejercicio de un derecho consagrado por la ley. El acto benefactor no puede ser exigido, el acto mutual sí; aquel puede herir la autoestima del recipiente, éste, al revés, eleva esa estima en cuanto le hace acreedor a un título y a un derecho.

Revisemos, pues, algunas disposiciones de la ley 20321, que regula la creación y el funcionamiento de las mutuales.

El artículo 2° dice así: “Son asociaciones mutuales las constituidas libremente sin fines de lucro por personas inspiradas en la solidaridad, con el objeto de brindarse ayuda recíproca frente a riesgos eventuales, o de concurrir a su bienestar material y espiritual, mediante una contribución periódica”. Ausencia de lucro, solidaridad, libertad asociativa y periodicidad de la contribución son características distintivas de esta clase de asociaciones.

El artículo 29 dispone: “Las asociaciones mutualistas constituidas de acuerdo con las exigencias de la presente ley quedan exentas en el orden Nacional [...] de todo impuesto, tasa o contribución de mejoras en relación a sus bienes y por sus actos. Queda entendido que este beneficio alcanza a todos los inmuebles que tengan las asociaciones; y cuando de éstos se obtengan rentas, condicionado a que las mismas ingresen al fondo social para ser invertidas en la atención de los fines sociales determinados en los respectivos estatutos de cada asociación. Asimismo quedan exentos del Impuesto a los Réditos los intereses originados por los depósitos efectuados en instituciones mutualistas por sus asociados. Quedan también liberadas de derechos aduaneros por importación de aparatos, instrumental, drogas y específicos cuando los mismos sean pedidos por las asociaciones mutualistas y destinados a la prestación de sus servicios sociales”.

La mutual que se cree no necesitará contar con equipamiento médico, farmacéutico, turístico o de otra clase; podrá contratar los servicios de otras asociaciones de la misma clase o de prestadores privados. De hecho, son muchas las mutuales que funcionan así, ofreciéndoles a sus asociados los mejores servicios disponibles en las áreas de que se trate. El artículo 5° de la ley citada lo autoriza expresamente: “Las mutuales podrán asociarse y celebrar toda clase de contratos de colaboración entre sí y con personas de otro carácter jurídico para el cumplimiento de su objeto social, siempre que no desvirtúen su propósito de servicio”.

Para viabilizar la iniciativa las organizaciones comunitarias pueden aportar su base societaria a la mutual. Los asociados directos de la mutual gozarán de sus servicios, y los asociados a las otras instituciones, así como los directivos y el personal de las empresas privadas y sus familias, podrán acceder a los mismos si esas instituciones y empresas se incorporan al sistema mediante convenios especiales. La ley favorece estos acuerdos.

Estas y otras cuestiones, con las que alguna vez distraje la atención de mis lectores, tienen distinto peso según las miremos. Si las miramos como diáspora, serán tributarias de otras cuestiones, tales como las que ahora ocurren en el Cáucaso armenio. Si las miramos como comunidad nativa radicada en este suelo, entonces adquirirán la categoría de principales. En el primer caso merecerán una mirada de soslayo, en el segundo serán objeto de nuestro afán y podrán concretarse en hechos.

Por eso, al referirme a las comunidades asentadas aquí y allá, por todo el mundo, de hoy en más reemplazaré la palabra diáspora por la expresión armenios extraterritoriales. Para ser consecuente con mi pensamiento y con mi discurso. También con la lengua que hablo y con la realidad que habito.

[i] “Sobre los partidos políticos armenios, los de antes y los que nacieron a partir de 1991” y “Nuestras instituciones comunitarias no son espacios de poder”, ambos en el archivo de este blog, nov. 2008 y enero 2009 respectivamente.
[ii] “Temo que todavía estemos mirando a la educación como una manera de resistir la integración al medio”, diario Armenia, 8 de marzo de 2007. También en el archivo de este blog, feb. 2009.
[iii] “Hacia una Asociación Mutual Argentino Armenia” y “La comunidad armenia debe pasar del individualismo benefactor a un sistema solidario de ayuda mutua”, ambos en el archivo de este blog, nov. 2008.