Las naciones no pueden transitar la historia en estado de beligerancia permanente

Eduardo Dermardirossian
eduardodermar@gmail.com
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La visita del presidente Gül a Erevan suscitó enconos, prevenciones y alabanzas a uno y otro lado del río Arax. Enconos de los patrioteros, prevenciones de los timoratos y alabanzas de los más sosegados. Se exhumaron los recuerdos, se reclamaron las deudas pendientes y se ensayaron interpretaciones varias. La geopolítica saltó a la palestra y confrontó sus razones con las razones del corazón. “Diplomacia del fútbol” la llamaron los medios europeos.
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¿Por qué no se anunciaron acuerdos previos al encuentro? ¿Qué intereses se esconden detrás de las excusas fulboleras y qué consecuencias traerá el acercamiento de ambos presidentes? ¿Acaso la visita del presidente turco responde a una previa defección de su homólogo armenio? Suspicacias de esta clase menudean entre los armenios.
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Algunas realidades son solubles en agua, otras no. Por eso conviene recorrer el espinel con cuidado para no azuzar a los discutidores compulsivos. Y en lo que a mí concierne, prefiero confiar en el talento político de los gobernantes de Armenia y esperar a que los acontecimientos hablen por sí mismos.
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Oleoductos y alianzas
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Más allá de la criptografía política y de los dificilismos que gustan barajar los analistas de turno, la pelea de hoy, a esta hora, es por los recursos energéticos, esos que deben trasladarse de un lugar a otro, a veces de un extremo al otro del mundo, por oleoductos y gasoductos expuestos a los caprichos del terreno, a los rigores del clima y al sabotaje. Recursos que, eludiendo el territorio de Armenia, llegan por Georgia hasta el Mar Negro y de ahí a la Europa comunitaria
[i].
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En este escenario, en que Europa debe asegurarse el abasto de hidrocarburos, Turquía debe lavar su rostro y Georgia debe repensar su sistema de alianzas, ¿es desatinado que el gobierno armenio negocie el levantamiento del bloqueo, la apertura de las fronteras y la normalización de sus relaciones comerciales? ¿La historia le ofrecerá a Armenia una mejor oportunidad para obtener de su contraparte turca las concesiones y reconocimientos que en justicia le corresponden? ¿Cuál es el tamaño territorial de Armenia, cuánta es su población, cuál es su peso en la economía y en la política regional? Realismo y sentido de la oportunidad: estos son los talentos principales de los hombres de Estado. Y yo elijo creer que el presidente Sarkissian los tiene.
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El partido de fútbol que disputaron Armenia y Turquía era un pedregal que ni uno ni otro actor podían dejar de transitar: los deportistas en el césped del renovado estadio Hrazdan y los gobernantes en la mesa de negociación política.
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Salir al mundo
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Armenia tiene dos fronteras enemigas, una tercera enemistada con su mejor amiga, Rusia, y la restante amenazada por el mandamás del mundo. No tiene acceso al mar, no tiene petróleo, su suelo es infértil y la central atómica que le provee energía eléctrica puede parar. Desde 1991 ha visto emigrar a un millón de sus habitantes, la cuarta parte de su población, y grupos de dudosa legalidad andan por ahí, metidos en los pliegues del poder, medrando con la pobreza de los ciudadanos. No me gusta pintar la realidad de Armenia con estos colores, ¿pero acaso no es así como se ve?
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Armenia necesita abrir las puertas y salir al mundo, y el camino que lleva al mundo pasa por Turquía, por Azerbaidjan, por Georgia y por Irán. Luego por Rusia y por otros países amigos. Por eso Armenia debe arreglar las cuentas con sus vecinos
[ii].
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En este sentido rescato las palabras de Hrant Markarian
[iii] (FRA), dichas en Erevan el pasado 2 de septiembre: aceptó la importancia y la necesidad de mantener relaciones interestatales con Turquía, aclarando que “la existencia de esas relaciones no puede hacernos abandonar nuestra sagrada causa”. Bien por el concepto. En cuanto a la grandilocuencia, hoy conviene guardarla en el alhajero.
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Sorteando acechanzas, alentando esperanzas
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Quizá algunos se enfaden conmigo, pero debo decirlo: si Armenia transita felizmente esta negociación habrá dado el salto más importante desde la sovietización. Si los gobernantes armenios, los partidos opositores y la diáspora actúan con inteligencia y responsabilidad, podrán decir que han sorteado la más grande amenaza que se cierne sobre su país. Porque el aislamiento ahora agravado por la crisis georgiana, el bloqueo, las acechanzas ciertas y la falta de recursos energéticos constituyen un compuesto altamente peligroso. Hoy Armenia se encuentra en un recodo de su historia. Que este recodo la favorezca depende de múltiples factores, algunos de los cuales están bajo su control y otros no.
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Las naciones, las sociedades, los hombres no pueden transitar la historia en estado de beligerancia permanente. Tampoco pueden desdeñar su pasado y olvidar la afrenta a sus derechos elementales, el derecho a la vida entre ellos. ¿Qué hacer, entonces, con el genocidio de 1915? Exigir su reconocimiento y reparación, sin duda. En este sentido, es del todo insuficiente la solución sugerida por Volkan Vural
[iv].
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Hasta ayer el Cáucaso nos era hostil y todavía nos asfixia el bloqueo. Hoy, cuando los muros quieren caerse, el gobierno del presidente Sarkissian ha dado un paso que, cuando menos, debe calificarse de valiente.
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Yo tengo esperanza. Y las circunstancias que están a la vista abonan mi esperanza.

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[i] En este sentido, vale citar dos despachos de RIA Novosti de fecha 16.09.08. Uno de ellos cita estas expresiones de Mahmud Ahmadinejad, dichas al Ministro de Asuntos Exteriores de Armenia, Edgard Nalbandian: “Los países de la región caucasiana ya solucionarán sus problemas y no se necesita que intervenga la OTAN”. El otro dice que en opinión de Philip Gordon, asesor del presidente electo de los Estados Unidos, Barak Obama (hoy en funciones), la violenta reacción que muestran EEUU y los países occidentales a la guerra en Georgia se debe al petróleo y a los oleoductos tendidos en esa región. “La magnitud del problema –dijo Gordon- sería mucho menor si el territorio de Georgia no estuviera atravesado por un oleoducto que permite transportar crudo”.
[ii] Levón Melik Shahnazarian, politólogo de Erevan, pronosticó que las relaciones armenio-turcas no se normalizarán por generaciones porque existe una “tajante diferencia entre civilizaciones” (Armenia, 2 de octubre de 2008). Así, exhumó la infeliz teoría de Samuel Hutington.
[iii] Ver Armenia, 4 de septiembre de 2008.
[iv] En recientes declaraciones al periódico turco Taraf, este ex embajador turco en la Federación de Rusia, concurrente en Erevan (1991-1993), dijo: “Aunque es difícil imaginar que Turquía reconozca el genocidio, no obstante debe pedir disculpas a los armenios y otras minorías étnicas -griegos, asirios, kurdos- por el desplazamiento y las masacres, y permitirles volver a la tierra de sus antepasados y convertirse en ciudadanos turcos […] El retorno de los bienes y la restitución son cuestiones difíciles de abordar. Sin embargo, sería posible hacer una oferta simbólica de la restitución financiera […] La cuestión armenia no puede ser resuelta por una comisión de historiadores”.